Esta famosa certificación estadounidense se encarga de medir distintos factores: aire, agua, nutrición, alimentación, fitness, confort y mente. Por ejemplo, hoy en día ya no nos extraña que muchas empresas paguen la cuota del gimnasio a sus empleados o que pongan en marcha clases de yoga en sus instalaciones; tampoco que ofrezcan una semana extra a los trabajadores para realizar actividades de voluntariado.
Porque todas esas iniciativas cuentan y hacen que la empresa destaque y les ayude a atraer a los más talentosos y a convertir a sus empleados en personas más felices. De esta manera, la certificación Well no se encarga de evaluar únicamente la estética o el diseño del edificio, sino que también tiene en cuenta los aspectos intangibles que afectan a la salud -y sí-, a la felicidad, del trabajador.
Esto significa que el empleado pasa a situarse en el centro del diseño, pero también de la empresa; ya no es un peón más, sino que es una pieza indispensable en la organización que hay que cuidar de forma constante.