1) Sentarse en el fondo del asiento y apoyar toda la espalda contra el respaldo. Las formas de los respaldos ofrecen apoyo entre los omóplatos y enderezan la caja torácica, lo que elimina el efecto “espalda redondeada” y facilita la circulación sanguínea.

2) Ajustar la altura del asiento para que los pies descansen a ras del suelo o en el reposapiés para no ejercer ningún tipo de presión sobre los muslos. El muslo y la pierna deben formar un ángulo de unos 90°.

3) Ajustar el mecanismo de inclinación del respaldo según su peso. Se deben utilizar todas las posibilidades de la silla. Hay que alternar entre una postura sentada inclinada hacia adelante y otra hacia atrás para que la espalda se relaje. ¡Se debe ser dinámico en la tarea!

4) Respecto a los brazos: aconsejamos tener un entorno de
trabajo que permita que éstos trabajen lo más cerca posible del
cuerpo. Al apoyar la parte delantera de los brazos sobre los apoyabrazos de la silla, se relaja la carga que soportan los discos
vertebrales y disminuyen las tensiones al nivel de los omóplatos
y del cuello.