La Arquitectura, el diseño y la naturaleza

Convertir los espacios de vida, ocio, educativos y de trabajo en aliados de la salud es una necesidad que la Covid-19 ha puesto de manifiesto. Si hasta hace poco, sólo algunos se planteaban los efectos que elementos como la luz, la acústica, el color, la naturaleza, la morfología o la distribución de estos lugares tenían en sus ocupantes, ahora es un tema que preocupa a todos.

Casi dos años después de que la pandemia diera la cara y con una situación aún incierta, que combina el trabajo presencial, el híbrido y el teletrabajo, si algo ha quedado claro es la influencia que los espacios cerrados tienen en la salud de sus habitantes.

El confinamiento y cambio en los hábitos de vida y trabajo que ha traído consigo la Covid-19 ha dejado en evidencia la influencia que los espacios cerrados, donde la población actual pasa entre un 80-90% de su tiempo, tienen sobre la salud. La neuroarquitectura, una disciplina poco conocida en Argentina y cuya creación se atribuye al virólogo estadounidense Jonas Edward Salk (1914-1995), lleva desde los años 60 estudiando cómo los espacios construidos afectan al estado emocional y al comportamiento de las personas.

El diseño biofílico forma parte fundamental de esta disciplina, como herramienta de conexión con una naturaleza a la que las ciudades han dado la espalda durante años y con la que ahora buscan reconectarse. Pero no se trata sólo de incorporar colores y elementos, como el agua, la vegetación, la luz natural o siluetas y formas botánicas, sino de crear espacios que transmitan las emociones, visuales, táctiles y auditivas, propias del mundo natural; y que envíen un mensaje saludable y sostenible a sus ocupantes.

Aspectos menos visibles pero igual de importantes, como la sección áurea o el diseño fractal, son otros aspectos del mundo natural que la arquitectura puede replicar artificialmente para activar partes positivas del cerebro.

Hablar de arquitectura y diseño sostenible no consiste sólo en incorporar soluciones y materiales que garanticen bajas o casi nulas emisiones de CO2 al medioambiente, sino que implica una búsqueda constante por la mejora de la salud y el bienestar de las personas. Poco a poco, la naturaleza ha abandonado su papel de elemento decorativo añadido a espacios ya terminados, para convertirse en una herramienta de construcción y diseño.

Formas curvas en referencia al mundo natural, una iluminación que reproduce el ciclo circadiano, techos altos que ‘engañan’ espacialmente a la mente o texturas y colores que despiertan determinadas emociones, son algunas herramientas con las que el diseño y la arquitectura biofílica buscan devolver a las personas su esencia más natural.

La cada vez mayor conexión a la tecnología y desconexión del mundo natural de quienes viven en las ciudades contemporáneas hace imprescindible la incorporación de este diseño biofílico a todas las escalas, desde la más doméstica a la de grandes edificios de uso público.

Lugares y arquitecturas post-confinamiento de un escenario aún sin certezas, que encuentran en la naturaleza un modelo a seguir, tanto por su capacidad de cambio y adaptación constante, como un carácter multidisciplinar y colaborativo que no deja nunca de reinventar nuevas relaciones. Al igual que el entorno vegetal responden a un entorno y unos estímulos determinados, también deben hacerlo estos nuevos espacios, que han abandonado ya su imagen globalizada para dar una respuesta personalizada que cuide de sus ocupantes.